José Gabriel Vélez
El ajedrez es uno de los más antiguos juegos de la humanidad; más allá de su carácter lúdico y competitivo, se ha visto como una imagen del mundo en su dualismo fundamental, un escenario donde se materializan conflictos, pasiones y sueños. No es un juego de azar, sino un suceso en el cual interviene el raciocinio y en el que la implementación de las estrategias arroja como resultado la victoria o la derrota. De igual forma, en las diferentes escenas del trabajo que aquí se expone, es posible intuir hay lógicas difíciles de comprender, pero que rigen todos los conceptos representados.
Este trabajo fotográfico se inspira en este juego del cual se vale para mostrar escenas que recrean diversos aspectos de la condición humana, tales como la política, la religión y otras que tocan aspectos sencillos, cotidianos e incluso jocosos.
Ajedrez
I
En su grave rincón, los jugadores
rigen las lentas piezas. El tablero
los demora hasta el alba en su severo
ámbito en que se odian dos colores.
Adentro irradian mágicos rigores
las formas: torre homérica, ligero
caballo, armada reina, rey postrero,
oblicuo alfil y peones agresores.
Cuando los jugadores se hayan ido,
cuando el tiempo los haya consumido,
ciertamente no habrá cesado el rito.
En el Oriente se encendió esta guerra
cuyo anfiteatro es hoy toda la Tierra.
Como el otro, este juego es infinito.
II
Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada
reina, torre directa y peón ladino
sobre lo negro y blanco del camino
buscan y libran su batalla armada.
No saben que la mano señalada
del jugador gobierna su destino,
no saben que un rigor adamantino
sujeta su albedrío y su jornada.
También el jugador es prisionero
(la sentencia es de Omar) de otro tablero
de negras noches y de blancos días.
Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueño y agonía?
Jorge Luis Borges
Inauguración 17 de marzo de 2017





